Eso no es hambre, es otra cosa

12 abr 2025

Hambre Emocional

Claridad Mental

Reset Hormonal

Estás triste, y comes. Te aburres, y comes. Sientes ansiedad, y comes. ¿Has oído hablar del hambre emocional? No tiene nada que ver con las necesidades reales de tu cuerpo. Y lo peor: no solo no te da lo que necesitas, sino que te hace daño.

Sientes hambre. Mucha. Una especie de vacío incontrolable. Un hambre que te arrasa. Tan rápida, tan voraz, que ni siquiera te da tiempo a cocinar algo decente: lo primero que pillas en la nevera, eso cae. Buscas una gratificación inmediata, así que te haces un sándwich, atacas el chocolate, cualquier cosa menos ponerte a lavar lechuga y cortar verdura. ¿Para qué complicarte la vida con una ensalada?

Y claro, comes en el sofá. Comes sin mirar, sin masticar, sin poner la mesa. Solo devoras. Puede que esta escena te suene… pero dime: ¿dónde está el placer? Igual que desdibujas el acto de alimentarte, probablemente también te saltas los horarios. Picoteas sin sentido, mientras ves una serie, mientras trabajas frente al ordenador. Pero ese rugido del estómago… no siempre es hambre. Es otra cosa.

Es hambre emocional. Y sí, hay muchos autores que han hablado de ella. Porque lo que sientes y lo que comes están íntimamente conectados. Tu forma de alimentarte tiene que ver con tus emociones. Por eso eliges ciertos ingredientes. Por eso a veces comes sin control. Porque lo que pasa dentro de ti, tú también lo digieres.

Ese impulso desbordado suele llevarte a buscar azúcares, procesados, alimentos que calman, que anestesian. Pero si te das un respiro por dentro —si te escuchas, si te observas—, verás que no es lo mismo apetito que ansiedad. Y cuando aprendes a distinguirlos, todo cambia.

Pregúntate: ¿estás comiendo para no sentir tristeza, ira, vacío, cansancio, frustración?

Sabes que el estrés hace estragos en tu cuerpo. Y también que el hambre emocional afecta más a mujeres que a hombres. A veces, incluso, te empuja a otros extremos: subir de peso, control excesivo, restricción. Lo sabes. Solo necesitas pararte a escucharlo.


Todo lo que, de verdad, te alimenta

Porque lo cierto es que en la vida hay muchas cosas que nutren… y no todas son comida.

Hace ya más de 30 años, Joshua Rosenthal, fundador del Institute for Integrative Nutrition, acuñó el término “alimento primario”. Mientras trabajaba en una tienda, se dio cuenta de algo curioso: los clientes más obsesionados con lo que comían eran, muchas veces, los más infelices. En cambio, los que salían del cine de al lado, encantados con sus palomitas, irradiaban satisfacción.

Y entonces pensó: “Todos tenemos hambre de juego, de arte, de amor, de aventura”. Por eso, para él, esos elementos también son alimento.

Puedes comer toda la col rizada del mundo, pero si no te estás nutriendo en lo profundo, no vibras.

Quizá no lo habías pensado así. Pero los ingredientes de tu plato no son lo único que te alimenta. De hecho, son tu “alimentación secundaria”. No puedes volcar ahí tus frustraciones, tu necesidad de calma, tu falta de amor. Si quieres dejar de depender de la comida como consuelo —si estás pensando, por ejemplo, en practicar ayuno o simplemente en vivir desde otra consciencia—, necesitas volver la mirada hacia lo que te nutre de verdad.

Eso que Rosenthal llamó alimentación primaria: una práctica espiritual significativa, una carrera que te inspire, una actividad física que disfrutes, relaciones honestas y verdaderas. Lo demás… es hambre.


Cómo empezar a sanar el hambre emocional (Vol.I)

Vamos con cosas concretas. Pasos que puedes dar hoy:

• Define cuántas veces al día quieres comer y en qué horarios. Olvídate de reglas generales. No todo el mundo necesita cinco comidas al día. Tal vez a ti te va mejor con tres. O con dos. Escúchate. Y luego comprométete con lo que elijas.

• Cuida tu salud física y emocional. Si sientes que se te va de las manos, busca ayuda. Acompañamiento médico o psicológico. A veces necesitas a alguien que te ayude a ver lo que tú aún no alcanzas.

• Respira antes de reaccionar. Cuando sientas ese impulso de comer sin motivo, detente. Respira dos, tres veces. Si de verdad es hambre, no pasa nada: podrás comer después. Pero al menos dale espacio a la consciencia.

• No te creas todo lo que te apetece. Si acabas de comer bien y ya tienes “hambre” otra vez… tal vez no lo sea. Tu cuerpo puede resistir. No necesitas comer a la mínima. Haz otra cosa. Distráete. Sal a caminar. Ponte música. Llama a un amigo.

• Hidrátate. El agua calma. También lo hacen las frutas, las infusiones, los caldos. Cuando te cuidas bien, tu cuerpo te lo agradece. Y un vaso de agua puede ser una barrera enorme frente a la ansiedad.


Cómo profundizar y equilibrarte (Vol.II)

Ahora vamos más allá.

Como te decía, según Rosenthal, hay cuatro grandes alimentos primarios: el movimiento, la espiritualidad, la carrera profesional y las relaciones personales.

Cuando estás en paz con tu cuerpo, cuando tu trabajo te conecta con tu propósito, cuando las personas que te rodean te hacen bien, y cuando además cultivas algo íntimo y espiritual… estás lleno de energía.

Pero lo sabes: no siempre es así. Y a veces, para encontrar el equilibrio, necesitas hacer cambios importantes. De los que duelen. De los que dan miedo. Cambiar de trabajo, romper con alguien, empezar a entrenar, abrir una puerta nueva.

Hay una herramienta que puede ayudarte a ver con más claridad: el Círculo de la Vida.

Un gráfico que divide tu vida en doce áreas fundamentales: relaciones, entorno, creatividad, salud, finanzas, espiritualidad, cocina, educación, carrera, diversión, actividad física…

¿Quieres probar? Haz esto:

• Marca un punto en cada área, según tu nivel de satisfacción. Más cerca del centro, menos satisfecho. Más hacia afuera, más plenitud.

• Une los puntos. ¿Qué ves? ¿Un círculo armonioso o un dibujo irregular?

• Ahí donde la línea se rompe, donde se hunde… ahí está el foco. Esa es el área donde necesitas cuidar más de ti.

Porque al final, todo se resume en esto: no hay placer sin una alimentación consciente, pero tampoco hay nutrición verdadera sin placer.

Tu bienestar físico, emocional, mental y espiritual están profundamente conectados.

Y aunque tus miedos sean solo tuyos, hay una cosa que no cambia:

Siempre se empieza por decidir mirarlos de frente.